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Cambiando a Quito a través del Urbanismo

Actualizado: 14 jun 2021

Hacer de Quito un espacio seguro y sostenible es posible. El espacio público acerca a las personas y brinda un sentido de pertenencia y amor por su ciudad. Soluciones de urbanismo enfocadas en el bienestar de los ciudadanos “de a pie” son base para el cambio en la cultura e interacción urbana.


Hoy que nos encontramos a puertas de aprobar el Plan Metropolitano de Desarrollo y Ordenamiento Territorial (PMDOT) y el Plan de Uso y Gestión de Suelo (PUGS), es de vital importancia que entendamos hacia dónde queremos llevar nuestras ciudades.


Según el Banco Interamericano de Desarrollo, 198 ciudades de América Latina generan el 60% del PIB de la región, pero lastimosamente la mayoría de estas ciudades crecieron de manera desordenada, generando así un estancamiento en el desarrollo.


A causa de este crecimiento desordenado, el 25% de las personas viven en asentamientos informales que no cuentan con los servicios básicos necesarios para una vida digna. Por ejemplo, se habla de que en las 140 ciudades emergentes (aquellas que crecen por encima de la tasa normal del país) de América Latina, se trata únicamente el 20% de las descargas fecales y se tiene una tasa de 20 asesinatos por cada cien mil habitantes, mientras que en el mundo el promedio es de 7 asesinatos por cada cien mil habitantes.


Si a estos datos sumamos la información de la FAO acerca de que el 50% de la población vive hoy en grandes ciudades y se espera que para 2050 ese número llegue al 66%, podremos dimensionar realmente el problema al que nos enfrentamos.


Según al arquitecto Jan Gehl, autor de varias publicaciones acerca de Urbanismo, lo que ha sucedido desde 1960 es el síndrome de Brasilia.


Brasilia fue concebida para ser una ciudad modelo por Oscar Niemeyer y Lucio Costa en 1957. Crearon un plan ambicioso que pretendía dotar a Brasil de una capital de la belleza arquitectónica, la industria, el comercio, la inclusión social, en pocas palabras la grandeza del país.


Sin embargo, esta ciudad fue pensada sin tomar en cuenta las interacciones sociales dentro de ella, cómo se iban a mover las personas, cuáles son sus hábitos naturales, dónde van a vivir, etc.


Esto, según Gehl, hace de Brasilia una ciudad hermosa para mirar desde un avión o un helicóptero, pero no para un ciudadano de a pie.


Si miramos lo que ha sucedido en el resto de las ciudades emergentes de nuestros países, es exactamente lo ocurrido con Brasilia (sin haber llegado a construir ciudades nuevas), los “planificadores” de las ciudades las han pensado únicamente desde el punto de vista arquitectónico, más no desde el punto de vista de funcionalidad social.


Varios autores importantes del urbanismo coinciden en que el error de las ciudades está en que se hacen estudios sobre tráfico, servicios básicos, fauna urbana, pero no se realizan estudios sobre el comportamiento humano.


Jan Gehl promueve que en las ciudades lo principal debe ser la vida social, luego el espacio público y finalmente los edificios. Esa concepción del urbanismo está siendo utilizada por varias ciudades en el mundo como New York y Barcelona con excelentes resultados en cuanto a la calidad de vida de los habitantes y sobre todo la disminución drástica de niveles de emisiones de Gases de Efecto Invernadero.


La teoría de Gehl se basa en realizar estudios de observación serios sobre las interacciones que se dan en la calle; habla, por ejemplo, de cómo una persona que está mirando por la ventana hacia la calle todo el tiempo, ayuda a generar mayor seguridad para los peatones. Esta persona a la cual denomina “Observador de Calle” está mirando la calzada porque encuentra movimiento y actividad en la misma, la calle se vuelve un espectáculo atractivo para esta persona, cosa que no sucede si en la calle únicamente se observan automóviles, por ejemplo.


Gehl propone que se debe conocer la ciudad desde el ojo de un transeúnte, observar cómo se mueven, dónde se paran, por qué giran más a un lado que al otro, cuales son los lugares preferidos para la distracción y el ocio. Es decir, hay que humanizar el análisis de las ciudades para tener datos interesantes como los que cito textualmente a continuación:


  • Un parque con una presencia alta de mujeres suele indicar que es un lugar seguro. “Si se encuentra una bajada reiterada de su presencia significa que la sensación de seguridad está bajando”. Gehl se basa en investigaciones como la que realizó en Bryant Park (Nueva York), donde encontró que el equilibrio óptimo era un 52% mujeres versus 48% hombres entre la 1 y las 6 de la tarde.

  • La velocidad en la que camina un individuo cuando pasa por un lugar determinado y el tiempo que se para en sus rincones puede proveer de información sobre la calidad de ese espacio.

  • Las personas caminan más rápido durante la mañana y la tarde. Se lo toman con más calma a mediodía. Como era de esperar se mueven más rápido entre semana que los fines de semana

  • Determinar la distancia que un ciudadano está dispuesto a caminar para usar el transporte público.

  • Identificar que dependiendo de la temperatura exterior los transeúntes caminan más rápido o más lentos o a qué horas hay más gente o menos.[1]

Con lo mostrado en las líneas precedentes, un planificador de ciudad puede tomar mejores decisiones acerca de cómo determinar el crecimiento de una determinada zona, la necesidad de dotar de espacio público, etc.


Ejemplos sobre este tipo de planificación en el mundo, sobran. Basta ver el cambio que ha sufrido la isla de Manhattan, después del estudio realizado por Amanda Burden en el cual determinó que, para mejorar la calidad de vida en la isla, había que comenzar por hacer que las personas se puedan mover de manera rápida en el metro; se dio cuenta que el tiempo máximo que una persona está dispuesta a caminar hasta una estación es de 10 minutos.


En base a ese estudio, se realizaron planes importantes para lograr que todas las zonas de la isla tengan los servicios necesarios y el equipamiento suficiente para que las personas no necesiten moverse a distancias lejanas, esto concuerda con la teoría de las ciudades de 15 minutos que fue popularizada en Quito por el Arq. Fernando Carrión.


Otro ejemplo de excelente planificación urbana es Barcelona. Salvador Rueda y varios otros colegas diseñaron el concepto de súper manzanas para dotar de mayor espacio público a las personas y restringir la movilidad en vehículos de motor.


Este cambio hacia las súper manzanas ha tenido efectos positivos en el barrio de Gracia, por ejemplo, donde las personas se apropiaron del espacio público para convertirlo en lugares de esparcimiento y vida a pie, con la consecuencia de un aumento en la seguridad de los sitios al no ser espacio abandonados y la disminución de la polución al no tener vehículos a combustión en el sector.


En nuestra ciudad vemos que se ha dado un paso importante hacia la planificación urbana moderna con la ordenanza de Ecoeficiencia y el concepto de ciudades de 15 minutos. Sin embargo, al tener una normativa que permite la discrecionalidad y la interpretación de las normas de arquitectura y urbanismo, no se puede avanzar hacia una ciudad ordenada y bien planificada.


Es claro que en Quito las personas se sienten excluidas de la planificación urbana, por eso existe oposición a determinados proyectos inmobiliarios o crecimiento de la mancha urbana que parecen fuera de la realidad.


Es momento de entender al ciudadano, escucharlo y también explicarle de manera totalmente transparente cuales son las razones para crecer en altura en algunas zonas de la ciudad. Explicarle, además, las implicaciones que este crecimiento va a tener para los barrios; con esto vamos a lograr desmitificar el crecimiento y brindarle a la ciudadanía tranquilidad.


Transparentar los procesos de aprobación de proyectos arquitectónicos y revisar la normativa completa para no dejar las cosas a la libre interpretación de un técnico nos va a garantizar una ciudad ordenada en la cual exista la suficiente oferta de vivienda, comercios, oficinas, etc. Sin que esto signifique una disminución en la calidad de vida.


Debemos pensar muy bien si ciertos megaproyectos, como las plataformas gubernamentales, han cumplido con los objetivos de la ciudad o simplemente han sido proyectos que se aprobaron por quedar bien con el político de turno. Estas mega construcciones deberían estar contempladas en el plan de ciudad de aquí a 30 años y ser conocidas por la ciudadanía de manera abierta, por ejemplo.


Zonas como el parque bicentenario deben tener planes específicos realizables que vayan en beneficio de los ciudadanos. Es clave que el Municipio de Quito cuente con un gestor urbano que permita realizar la visión de ciudad en esta y otras zonas importantes que deben ser desarrolladas. Caso contrario, caeremos en el mismo error actual: planificar lote a lote y no por zonas o súper manzanas, como dice Rueda.


Es de vital importancia la regeneración urbana para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y crear demanda por vivir en zonas que actualmente están deprimidas, como la Av. 10 de Agosto. Esta regeneración urbana se puede costear con los valores que se cobran por concesión onerosa de derechos, beneficiando a la ciudad al rehabilitar un sector actualmente abandonado, que seguramente no paga impuestos o los valores de los mismos son muy bajos en relación a la inversión que la ciudad ha realizado en los mismos a lo largo de la historia.


Volver a la vida a nuestro centro histórico con vivienda, comercio y en especial con cultura es otro de los pilares fundamentales para una mejor ciudad. Debemos juntar esfuerzos entre Municipio, ciudadanía, desarrolladores inmobiliarios y empresa privada para encontrar estrategias que nos permitan aprovechar el centro histórico mejor conservado de América

Para el centro histórico se pueden tomar estrategias de otras ciudades en las cuales se ha asignado edificabilidad alta en el casco histórico (no se permite construir nada), utilizándola como moneda de cambio para que se pueda construir en otras zonas de la ciudad. Esta “venta de edificabilidad” podría estar atada a que se realicen inversiones de conservación por parte de los desarrolladores inmobiliarios en bienes patrimoniales, que luego puedan ser aprovechados como vivienda en arriendo, hoteles, restaurantes, teatros, etc.


Como estos, existen muchos ejemplos de lo que se podría hacer en la ciudad con una administración municipal comprometida con los ciudadanos, una administración que no tenga miedo a los cambios y esté dispuesta a jugarse por los ciudadanos de Quito.


Hoy es momento para que el municipio de Quito converse de manera franca y abierta, sin guardarse “información privilegiada” con los desarrolladores inmobiliarios, las cámaras de producción y comercio, pero sobre todo con los ciudadanos de a pie para buscar una ciudad ordenada, planificada y sostenible; pensando siempre que “El Espacio Público, acerca a los ciudadanos”.


Esta oportunidad que se nos presenta con la aprobación de estos nuevos planes de desarrollo urbano debe ser aprovechada para realizar los cambios radicales que le hacen falta a Quito a fin de ser una ciudad inclusiva, solidaria y sostenible. Volver a ser Quito, La Carita de Dios. Una ciudad modelo para Latinoamérica es posible si todos ponemos por delante los intereses de la comunidad por sobre los particulares.



Daniel Elmir

Desarrollador Inmobiliario

[1] Tomado de Ovacen, Comprendiendo las ciudades. El urbanismo vivo y ecológic

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